Sin importar la cifra o la unidad de medida en la que definamos el éxito, para muchos de nosotros un requisito para gozarlo es el reconocimiento. La necesidad de que se nos acredite el éxito es parte de nuestra naturaleza humana. De hecho, conectamos gran parte de nuestro nivel de autoestima con el reconocimiento que recibimos de las cosas que hacemos.
Por eso que creo que uno de los sacrificios más grandes de un buen líder es renunciar al reconocimiento. El filósofo chino Lao Tzu dijo:
Un líder es mejor cuando la gente apenas sabe que existe. Que cuando termina su trabajo y el objetivo se alcanzó, sus seguidores dirán: “lo hicimos nosotros”.
Cuando un líder pone su ego y necesidad de reconocimiento antes de la causa, negocio o ministerio que el (o ella) lidera, también está poniendo un gran freno al potencial real del movimiento.
Vale la pena parar por un momento y pensar acerca de esto: ¿Qué hubieras iniciado ya si no te preocupara llevarte el crédito? ¿Qué tanto hubieras avanzado ya si no te importara recibir el reconocimiento de los logros?
Muy a menudo escoger ser un buen líder implicará escoger ser anónimo.