Es difícil detectar cuando inicia, pero es más fácil saber cuando ya la tenemos enfrente: la duda.
Por su propia naturaleza, la duda no es verdad ni es mentira. Es simplemente una duda. Sin embargo, nuestra propia inseguridad, que se alimenta de áreas blandas en nuestro carácter, encuentra en la duda una excusa perfecta para crecer y hacerse mas fuerte. Al final, son nuestras inseguridades que terminan validando nuestras dudas, graduándolas como verdades sin fundamento. Por ende, mentiras.
¿Por qué entonces las preferimos? Porque son cómodas. Nos atrae más no intentar “por si no damos la talla”, que atrevernos a averiguar.
No está mal tener dudas. Todos las tenemos. Lo malo es asumir la respuesta sin intentar.
Hoy, cuando tengas dudas de tus capacidades, date el beneficio de la duda, e intenta.