Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra. Salmos 121 :1-2 RVR1960
Imagina por un momento cómo eran las guerras de antes. Reinos peleaban contra reinos a base de espadas y escudos. Las batallas usualmente tomaban lugar en planicies donde los ejércitos tenían mejor margen de maniobra.
En aquellos tiempos, las alianzas entre reinos pesaban mucho. Reyes venían al rescate de sus vecinos cuando estos eran invadidos.
Con este trasfondo en mente, el versículo de arriba cobra mucha más significancia.
Definitivamente, este era el pensamiento de cada soldado que estaba luchando por su vida y por su reino: “¿en que momento van a aparecer nuestros aliados?” Todos anhelaban el instante en que las siluetas del ejército amigo aparecieran por sobre los montes, para entonces, darle un giro a la batalla.
¿No te sientes así a veces? Viendo a tus propios montes esperando que venga a tu ayuda algo o alguien.
El escritor de este salmo llega a una conclusión muy importante: Mi ayuda viene de Dios, no de los montes, o de mis aliados, o de lo que humanamente tiene más probabilidad de ocurrir.
Hoy te invito a que en vez de ver hacia los montes, veas hacia atrás y date cuenta que Dios no es de los que aparecen después que la batalla empezó. El es de los que están contigo desde el inicio de la guerra. El es tu mejor ayuda.