La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre. Isaías 40:8 (NVI)
Creo que uno de los efectos mas grandes de cualquier proceso de cambio en nuestras vidas es la incertidumbre. Es ese sentimiento de no saber qué va a pasar después, y peor aún, no poder controlarlo.
La incertidumbre puede jugar con nuestra mente, y en muchas ocasiones puede llegar a afectar nuestra fe. Al final, terminamos con sentimientos de frustración, impotencia y estrés.
Sin embargo, es en la incertidumbre donde nuestra fe debe brillar. Una fe verdadera tiene como contexto la falta de certeza.
Por esa razón, cuando nos encontremos en situaciones de cambio, de incertidumbre y de transición, podemos acudir a lo único que permanece constante en nuestras vidas: Dios.
Todo puede cambiar, menos el amor de Dios. Todo puede ser diferente, menos las palabras de Dios. Existe paz cuando confiamos en la constancia de Dios, y es ahí que nos daremos cuenta que la incertidumbre es el contexto de un milagro, y que el cambio es la forma que Dios usa para trabajar las cosas para bien.