No es el enojo que contamina el corazón sino el odio que se puede generar que nos hace caer en pecado. Puede que busquemos más la razón o la aprobación, que el amor y honrar a Dios en toda situación.No dejemos que personas o situaciones llenen nuestro corazón de odio (aunque humanamente parezca justificable), sino que seamos reflejos de Cristo, bendiciendo a los que nos maldicen y orando por aquellos que no tenemos intención de amar.
Seamos imitadores de Cristo para que puedan acercarse a Dios y recibir el regalo más grande de todos: la salvación por medio de Jesus!